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'De prevenir la violencia a educar para la convivencia'

Por Esther Cremaes, concejala de Geroa Bai en el Ayuntamiento de Iruñea

Esther Cremaes Esther Cremaes

Con motivo del Día Internacional para la eliminación de la violencia hacia las mujeres, quisiera aportar algunas reflexiones con el afán de que se unan al necesario debate abierto en torno a la lucha contra esta lacra social, y hacer un llamamiento a un abordaje diferente al que viene siendo habitual en las campañas contra la violencia de género.

Se ha instalado en nuestro contexto la idea de que la desigualdad es la causa capital de que la violencia contra la mujer tenga lugar y, que si hacemos más políticas de igualdad, necesariamente la situación mejorará. No quiero ser excesivamente pesimista al respecto, ni restar valor a tales actuaciones, pero la realidad es preocupante.

Es sabido que en los países del norte de Europa, donde las políticas de igualdad están muy desarrolladas y llevan en vigor décadas, encontramos uno de los índices más alto de violencia contra las mujeres. Es más, hay quien afirma que estamos asistiendo a un repunte del sexismo machista.

¿Qué está pasando? Se habla de la ampliación de la brecha de género como de una herida en nuestro tejido social, con dos bordes cada vez más separados. Por un lado los hombres que se ven desposeídos de la hegemonía social, causado por el ascenso social de las mujeres y por la decadencia del ancestral sistema patriarcal. De forma que, algunos de ellos (conviene remarcar que son algunos), al ver que se dan más situaciones de odio o desprecio hacia las mujeres, se quitan la máscara amable y paternalista y dan rienda suelta al desprecio, llegando incluso a la misoginia.

En el otro borde de la herida están las mujeres, con un retorno al sexismo donde se valora de forma más acusada el atractivo corporal, el resultar atractiva a los demás, el estar siempre perfecta, bella, eternamente joven y delgada... Incluso se habla de capital erótico de las mujeres como empoderamiento social, uniendo la idea de mujer atractiva y éxito social.

Para coser esta herida, desde Geroa Bai Iruñea proponemos avanzar en el cultivo de la convivencia entre los sexos. Desde la sexología, hablar de sexo significa hablar de sexos, de hombres y mujeres, con una orientación del deseo, con una identidad, que se atraen y buscan el encuentro, que son capaces de gestionar sus diferencias y establecen proyectos en común. Esto difiere claramente del concepto sexo vigente en nuestra sociedad y que se hace patente a través de los medios de comunicación. Se ha reducido el sexo a la consideración de conducta y, es más, de una conducta determinada y por ende de un producto más a consumir, a disfrutar, de acuerdo a determinados parámetros y registros preestablecidos. Ello ha llevado al sexo fuera de su significación, ha llevado incluso a patologizarlo y a considerar lo sexual como peligroso.

Desde esta perspectiva abogamos por cambiar la orientación: de la prevención de la violencia a la educación para la convivencia. Partiendo de la premisa de que quizás se están invirtiendo todos los esfuerzos en prevenir aspectos no deseados, desde una óptica de victimización y asistencialista, haciendo a las mujeres sujeto de una especial protección por parte de las leyes y de los poderes públicos, que en nada redunda en su pretendido empoderamiento, cuando lo que se considera realmente valioso es la promoción de aquello que se considera realmente útil.

Así, se aboga por un cambio de rumbo, hacia la promoción de acciones para el desarrollo de la propia autonomía y de los valores a ello asociados. Se trataría además de que las mujeres se conozcan mejor a sí mismas y al otro sexo, de forma que sean ellas mismas las que tomen sus decisiones en torno a su vida y a las relaciones que establecen.

Pero además, hay que promover una vuelta al entendimiento entre los sexos, desde la aceptación de las diferencias, que las hay, y hay que considerarlas como un valor, no como una rémora, y es que, desde esta posición, realmente podremos hacer frente a las desigualdades.

Porque la mejor manera de hacer frente y luchar contra la violencia y el maltrato es educar en el buen trato. Hay que huir de la idea tan extendida en series, películas, o canciones, de que el amor es necesariamente sufrimiento, temor al abandono o trágica pasión, y partir del amor por uno y una misma, considerando que somos seres valiosos por nosotros mismos, por el hecho de nuestra singularidad, que merecemos que nos quieran y que si alguien no nos trata bien... no nos merece.

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